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Teletrabajo: “Nos hemos transformado no electiva, sino compulsivamente”

El docente e investigador en Filosofía y Sociología, Marcelo Graciosi, dio su análisis sobre las consecuencias en el modelo de producción y ocio, así como la necesidad de una perspectiva crítica sobre las nuevas formas de control y explotación.

Marcelo Graciosi, profesor de Filosofía y también docente de Sociología en la UNNE y miembro del Grupo de Investigación sobre Conflictos Sociales de esa casa de estudios dio su análisis crítico sobre las nuevas formas de trabajo que conlleva estos cambios sociales.

Graciosi inicia aclarando el carácter obligatorio de constituirse en el teletrabajo a partir de la nueva modalidad de vida que se presentó por la pandemia. Aunque, también aclara, “a algunos, no a todos”, haciendo esta diferencia entre quienes tienen la formación y el privilegio económico y quienes no.

“No hemos optado, nos hemos transformado no electiva, sino compulsivamente”, define con respecto al nuevo perfil de trabajo unido necesariamente a las telecomunicaciones. Señala que si bien a partir de la aprobación de la ley de teletrabajo a nivel nacional en julio se habla de una “voluntariedad” en esta reconversión, la posibilidad de elegir se sitúa después de la pandemia.

Con respecto al teletrabajo, reafirma que fue un movimiento violento: «El trabajo mediado por las TIC se volvió masivo y muchos no estábamos preparados”. Entonces, con respecto al concepto de calidad productiva, en cómo medirla, se puede hablar de una devaluación de la calidad en varios sectores como la educación. Sin embargo, Graciosi subraya que en este impasse de cambios de modelos productivos es importante recuperar el enfoque crítico: la dominación social que antepone la máquina al pueblo trabajador y las nuevas formas de explotación que aparecen.

Si bien el profesor recuerda que la inserción de las tecnologías de la información y la comunicación ya existían en el campo laboral desde la década de los 70, esta conversión permite “que la intensificación de la productividad, del plusvalor”, es decir, de las regalías que van a parar al empleador (las empresas, el Estado) y no al empleado. Y así, “el sistema social no deja de reproducirse”. Y destaca que, aunque parezca anacrónico, allí aparecen relaciones sociales de clase “que nadie discute”.

Entre varios autores y autoras, el docente va a tomar a Marx y Engels para decir que el capitalismo se mantiene revolucionando las formas de producción mediante la tecnología. Y en esa cadena de montaje, imponiendo el ritmo maquínico y funcional al trabajo es como logra otras formas de control sobre los sujetos. Es en ese momento histórico en el que se transita. “Ahora no podemos dimensionar, pero las afecciones son muy visibles. La invasión de nuestro tiempo (privado, personal) implica un aumento en la producción”. Y es por eso, remarca, que en la nueva ley se habla del derecho a la desconexión. “Las posibilidades de consulta crecen, se amplían los flujos laborales, esta sobrecarga todavía no está medida, pero es evidente”, expresa e indica que por eso la ley es utópica, ya que se vuelven a discutir las ocho horas de trabajo.

 

TRABAJO Y “BURN OUT”

Se trata de evitar los tiempos no productivos, o como dice Rosa Luxemburgo, cita Graciosi, “invadir aquellos lugares donde no hay producción capitalista”. Se aplica la denominada “lógica de centro de llamadas”, tema de investigación para el docente chaqueño, donde hay un control y una medición de las temporalidades constantes, “una lógica de explotación, intensificación e hiperdisciplinamiento”, y por consecuencia, padecimientos como el síndrome de burn out. “Hay esa amenaza en la educación”.

Lo mismo sucede con el acceso a la educación, mientras que es una posibilidad de mantenerse activo para la clase social con mayor capital cultural en detrimento de las clases más empobrecidas.

Este modelo “viene para quedarse y no lo estamos dimensionando aún”, concluyó.

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