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“Las nuevas condiciones impuestas visibilizan las otras precariedades que ya nos atravesaban”

La psicóloga Gabriela Palacios hace un análisis sobre las afecciones subjetivas que trajo las nuevas condiciones materiales. Van más allá de recomendaciones sueltas de bienestar.

Gabriela Palacios, licenciada en Psicología e integrante del espacio transdisciplinario «Ñanduti. Salud y formación en clave de género» en Formosa charló con elDIARIO de la Región sobre los padecimientos que se incrementaron durante la pandemia, la diferenciación entre los sesgos sociales preexistentes y las nuevas subjetividades regionales que están en formación tras este cambio mundial.

“Pensar en el acceso a las telecomunicaciones tiene por lo menos un sesgo clasista y eurocentrista”, inicia. Donde “menos globalmente conectado esté el barrio, la ciudad, el pueblo, menos vamos a pensar en los padecimientos psíquicos sufridos por la sobreconexión” y su imposición, señala y aclara: “Nos va a pasar a ciertas personas que tenemos ese beneficio”. Consultada por toda la primera vorágine de “tips” o recomendaciones para la conexión virtual en cuarentena, ella aclara que es sobre este primer sesgo que se realiza toda esta perspectiva.

Hace hincapié, por ejemplo, en el campo de la atención primaria, en los factores territoriales y sociales de cada lugar. No es lo mismo un dispositivo de atención psíquica creado de manera virtual en Buenos Aires que lo que sucede, o se puede, en el NEA, acorde a las infraestructuras, economías y los tipos de contacto que se tiene con el resto del país. En los barrios que han dejado aislados, encerrados o bajo control policial, recuerda, “las consecuencias de la pandemia son otras”; no precisamente el teletrabajo.

Las dimensiones de espacios y densidades poblacionales no son las mismas que las grandes urbes, lo cual implica que la posibilidad de conectividad tampoco lo serán. Lo mismo pasa con las capacidades (y ganas) de aprender la cuestión digital en diferentes franjas generacionales. “Se transforma en una necesidad básica el de poder conectar: que tiene que ver con lo productivo”, pero también, y con mayor fuerza en estas condiciones, “para el sostén de la salud mental y para poder sostener ciertos lazos”. La inserción de las telecomunicaciones y circulación interna del poder (violencias, desigualdades materiales) van a afectar las posibilidades de una conexión real y es eso lo que puede incide el psiquismo de las personas.

Ahora bien, la población que tiene las necesidades cubiertas y puede acceder a internet, con el teletrabajo van a aparecer padecimientos claros. Palacios enumera algunos, como no poder desconectar. “Una vez que las telecomunicaciones (las más básicas, como WhatsApp) empiezan a ser indispensables, va a llevar a que estemos conectades todo el tiempo y es muy difícil ponerle un cote”. Va modificar la rutina: ritmos de sueño, vigilia, descanso, en detrimento de la exigencia de producir: “Todos los trabajos tienen que tratar de ser esenciales”.

 

LAS DESIGUALDADES SE IMPONEN

La licenciada hace una diferencia entre las violencias que parecen aparecer con más fuerza ahora, pero que en realidad sólo se han hecho más visibles. “Las nuevas condiciones impuestas por la pandemia visibilizan (y llevan al extremo) las otras precariedades que ya nos atravesaban como sociedad. También, generan una brecha aún más grande entre quienes gozan de privilegios, detentan poder y logran ’conectarse’ y quienes no”.

“Quienes ya eran foco de violencias silenciadas (adultos mayores, infancias, mujeres, otras identidades, personas con discapacidad, poblaciones originarias, etcétera) actualmente tienen una vara más que les impide el acceso social y que, por ende, les deja sin sostén ante el peligro. Ni hablar de la falta de distribución de las tareas de cuidado, cuando las madres, además, deben hacer teletrabajo desde la casa, que no es un espacio preparado para cumplir con las lógicas de producción que impone el sistema capitalista”.

 

LAS ANGUSTIAS SE HACEN REACCIÓN

Por otro lado, “la pandemia se impone también como una angustia que irrumpe en las lógicas relacionales, laborales, sociales, distributivas y de habitabilidad, tanto en la vida cotidiana hogareña como a nivel sociedad. La violencia y el odio suelen aparecer como reacción ante el miedo y la angustia, y eso lo hemos visto en los discursos en redes, en las marchas anticuarentena y en la falta de cuidado hacia sí y hacia quienes nos rodean”.

 

¿QUÉ ES LO ESENCIAL?

Desde un sistema actual, indica la profesional, puede verse como esa gran separación entre las lógicas de producción y reproducción (trabajo remunerado y tareas de cuidado no pagas), por ende, entre quienes deben ser útiles y salir a trabajar y a quienes se les cuida porque están en riesgo. Esenciales son, también, las tareas que hacen que “el sistema económico se sostenga”.

Pero, “si pensamos desde otra lógica, por ejemplo, el psicoanálisis, a éste no le preocupa tanto al enfermedad como patología que afecta el organismo, sino el sujeto, proteger la subjetividad. La subjetividad como unidad particularísima, improtocolizable, y por eso los tips hacen agua. No a todes nos sirve hacer una videollamada, no a todes nos sirve dar una vuelta alrededor de nuestra casa. Entonces, para proteger la singularidad hay otras cosas que se hacen esenciales y que hoy no son tenidas en cuenta. Para poder evaluar, tengo que hacer un cálculo”, no caer en la romantización de la cuarentena, expresa. “Lo que se busca es sostener la subjetividad, si no se la tiene en cuenta, es probable que igual nos enfermemos, porque bajan las defensas en relación al estado anímico” por fuera de la COVID-19. Ahí, aparecen las dobles vulnerabilidades que pasan por ejemplo con las maternidades.

“No se puede pensar qué es esencial sólo nivel nacional, porque nuestros país es enorme y diferente. Las distribuciones territoriales, de jerarquías y poder son distintas. Hay que poder gestionar alternativas que sean locales, precisas y honestas”.

“Tal vez lo esencial sí sea el encuentro”, poder encontrarse con otro, más allá de cuáles sean las condiciones. Concluye que lo más grave puede ser esta afección comunitaria, “olvidarnos que como especie también necesitamos hacer red para subsistir”.

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