Producto del aumento del desempleo y del impacto de la aceleración inflacionaria sobre los sectores más pobres de la población, en el primer trimestre de 2024 la desigualdad por ingresos creció a su nivel más preocupante en 16 años.
La especialista subrayó que el mayor desempleo golpeó más a las mujeres ya que «en contextos de crisis económicas incluso los varones empiezan a tomar los trabajos que son más feminizados». En paralelo, mostró su preocupación por el incremento en la porción de la población que tiene trabajo pero busca un ingreso adicional dado que con lo que tiene no le alcanza para llegar a fin de mes.
En un mismo sentido, el titular de la consultora C-P, Federico Pastrana, advirtió que el aumento de la desocupación tuvo efectos desigualadores ya que afectó más a «quienes tienen trabajo precario y/o poco calificado y a quienes poseen un menor nivel educativo alcanzado».
Los datos del INDEC reflejaron que el 62,2% de la población total percibió algún tipo de ingreso, cuando hace un año ese porcentaje era del 62,6%. El ingreso promedio fue de $369.085, un 198% más que en 2023, contra una inflación que en el mismo lapso de tiempo fue del 273,5%.
El peso de los ingresos no laborales en los hogares más pobres representó el 62,6% del total, lo cual representó una significativa suba respecto del 57,6% del primer trimestre de 2023 y refleja la pérdida de puestos de trabajo.
Respecto a la población ocupada, se registró un ingreso promedio de $350.593. Mientras el ingreso promedio de los primeros cuatro deciles de la población (los más pobres), fue de $118.759, el ingreso promedio del estrato medio (deciles del 5 a 8) fue de $329.826, y el ingreso de los deciles 9 y 10 fue de $855.881.
En términos de aumentos anuales, la «clase baja» tuvo una mejora nominal del 176%, la «clase media» percibió un incremento del 186% y para la «clase alta» el ajuste fue del 230%.
Los números evidencian como la inflación pulverizó el poder adqusitivo de toda la población, pero más aún en los sectores con menos necesidades básicas satisfechas. Vale remarcar además que en el período analizado los costos de la canasta básica alimentaria y la canasta básica total, que miden las líneas de indigencia y de pobreza, registraron incrementos anuales del 302,3% y del 287,6%, respectivamente.
«La caída del poder adquisitivo es fuertísima: 24% en promedio y ¡33,5%! en el decil 1. A modo de referencia, en el peor momento de la pandemia (2do trimestre 2020) el poder adquisitivo había caído 15% en promedio y 28% en el decil 1″, detalló el Director de Planificación Productiva de Fundar, Daniel Schteingart.
En ese marco, el sociólogo especializado en temas económicos estima que la pobreza del primer semestre (que el INDEC recién publicará en septiembre) alcanzaría máximos de 20 años al ubicarse en torno al 55%.
Puntualmente, Testa prendió la luz de alarma respecto del salto que se está verificando en la cantidad de pobres cuyos ingresos tampoco superan la línea de indigencia. «La variación de pobres indigentes pasó de 5,5 millones a 8 millones de personas; es una brutalidad», sentenció.
De cara al futuro, Telechea proyecta que, si bien la desaceleración de la inflación puede contribuir a la recuperación del poder adquisitivo, esto no va a ser suficiente para acortar la brecha de desigualdad, más teniendo en cuenta otras medidas regresivas en términos distributivos como la reducción del impuesto a los Bienes Personales y de Ganancias.
Algo similar sostuvo Pastrana. «En general, la inflación baja mejora los indicadores, pero estamos en un programa económico con características peculiares ya que: 1) el ancla salarial es uno de los componentes del programa, por lo cual la menor inflación no se refleja en una recuperación de los ingresos, 2) el ajuste fiscal sigue siendo importante y 3) la recuperación económica no aparece, por lo que el desempleo continuará con sus efectos desigualadores», expresó.
Fuente: Ámbito