
Las graves inundaciones que azotaron a muchas localidades de la provincia de Buenos Aires y el resto del país, con personas fallecidas y grandes pérdidas materiales en Bahía Blanca, dejan al descubierto la miopía socioambiental de la política y advierten que las ciudades argentinas no están preparadas para adaptarse al cambio climático.
Lo que sucede en Argentina cada vez que se produce una catástrofe socioambiental, derivada de una precipitación intensa o de una fuerte tormenta, es que se responsabiliza a la lluvia extraordinaria local o al cambio climático global.
Si bien esto no deja de ser cierto, puesto que los diluvios “bíblicos” en poco lapso de tiempo son una cualidad del calentamiento global (por más que muchos se esmeren en desmentirlo), ambas cuestiones resultan ser la mejor excusa para no gestionar ni invertir presupuesto público en obras de infraestructura que permitan paliar estas situaciones que generan zozobra.
El poder hegemónico (sea político, económico, mediático o judicial) prefiere echar mantos de culpabilidad a situaciones que, en apariencia, escapan de la órbita de su toma de decisiones, ergo, de su responsabilidad. Son discursos que, por un lado, los deja relativamente ilesos con respecto a la opinión pública en cuanto a su gestión territorial (dado que la naturaleza no puede responderles, al menos con nuestro lenguaje), pero, por otro lado, exhiben su incapacidad o desnudan acuerdos espurios, puesto que a la primera de cambio, se excusan por no haber realizado una obra hidráulica, una correcta gestión de residuos sólidos urbanos o un plan territorial de viviendas que impida que muchas casas se instalen sobre veras inundables de ríos.
Fuente: Tiempo Argentino