El comedor “110 Viviendas” del barrio con el mismo nombre de Barranqueras sufrió en noviembre un incendio que generó pérdidas materiales y edilicias para este lugar de contención comunitaria vital para la zona.
Hace poco, el comedor de la ciudad portuaria – que funciona circuito de varios barrios grandes, periféricos, con otros comedores y en red comunitaria- logró convertirse en asociación. Por día, sirven desayuno y almuerzo. Además, se hacen taller de apoyo escolar para primaria, además de festejos esenciales para la niñez y adolescencia, y otro tipo de ayuda social para las familias vecinas.
Susi Quintana, quien coordina este comedor, habló con elDIARIO de la Región sobre el evento solidario que se hizo para el comedor el fin de semana y el rol de estos espacios para la contención barrial. “De lunes a viernes, damos –de comer- a 400 personas”, indicó la mujer. “Ahora están viniendo más personas por el asunto de la economía, que está muy difícil. Por ahí nos agarra una angustia porque quedan familias sin poder llevar raciones que necesitan».
“Seguimos en la lucha, a pesar de esa desgracia –el incendio- que nos dolió muchísimo, arrancamos de vuelta”, señaló Quintana. La referente nombró una parte importante del trabajo social y son las redes territoriales, para trabajar a las de las “siete mamás”, del barrio –así nombró a las mujeres que sostienen el comedor.
Ahí aparece como agente neurálgico el CISMA – Centro Integral de Salud Mental y Adicciones-, que fue el organismo que realizó el evento solidario para ayudar al comedor con donaciones y festejar el encuentro junto a su población infantil, sobre todo. “Trabajamos en conjunto con el CISMA, con un taller de música y de educación física, que a los chicos les gusta, se integran.
Quintana relató que ella ya trabajaba en el primer comedor que hubo en la zona a cargo de alguien que nombró como “don Ortiz”. “No me animaba, pero él me ayudó a hacer los papeles para este comedor”; añadió. “La gente de acá nos apoyó y así surgió este proyecto y fuimos conociendo más. Porque no sólo es la gente del barrio, viene gente de La Rubita, de Los Milagros –barrio donde está el CISMA-, entre otros barrios.
“De lunes a viernes, damos –de comer- a 400 personas. Ahora están viniendo más personas», señaló Susi, referenta del comedor.
La plazoleta que divide el barrio 237 viviendas de las 110 en la avenida Edison fue el lugar de encuentro para este evento solidario donde hubo chocolatada, panificados donados por una panadería de la zona, juegos para las niñeces, músicas y juguetes a través de sorteo. Todo conseguido por donaciones del barrio a cargo del equipo de salud del CISMA.
El equipo sirve la leche, reparte las facturas, pone música, acomoda los juegos. Un “changarin” de La Liguria frena su moto y viene a pedirles leche y comida para sus hijos. está de paso, pero no hay vergüenza ni lentitud en el pedido primario, se improvisan rápidamente recipientes y el hombre se retira con una sonrisa.
Sue Scheneider, directora del centro de salud mental, es al momento de los eventos solidarios, además, animadora con experiencia. La relación del equipo con el barrio es horizontal y de a par. Mientras ella lidiaba con su público ávido de regalos, otros dos residentes acomodaban los juguetes donados juntos a un grupo de niños y niñas aún más ansiosos. En medio de los números, Sue hace siempre juego de trivia con las niñeces. “Qué es el cisma. Qué es la salud mental. Quién soy yo”, pregunta, y las infancias vociferan seguras de saber la respuesta. “¿La salud mental es para locos?”, preguntó. Responden: “¡No! Es para todos”.
LAS POTENCIALIDADES DEL BARRIO
Este matutino también charló con Lucía Muhape, psicóloga con orientación comunitaria y parte del equipo den centro de salud. Contó que el CISMA está en el barrio Los Milagros hace dos años, ya tuvo una mudanza desde otro barrio de Barranqueras. “Empezamos a trabajar en un sector muy excluido dentro del mismo territorio. Comenzó a emerger esta problemática del consumo, que ya existía y estaba muy naturalizada, pero empezó a hacer ruido, en tanto y en cuánto empezamos a circular por estas zonas”, comentó.
Por esta situación de marginalidad y vulnerabilidad importante, iniciaron desde casos particulares con “diversas intervenciones y articulaciones que vayan un poco más allá, no solamente con la singularidad de un caso, sino a gestar redes y vínculos, como el comedor de Susi”, señaló Muhape. “Ahora estamos expandiéndonos a otros comedores”, sobre todo, explicó, porque en estas zonas “no hay otras instituciones, solamente los comedores”.
“Se detectó esto de que se trabaja solo con la necesidad primaria, y no desde lo vincular. Empezamos a no hacer intervenciones tan directivas, sino desde nuestra estrategia APS –atención primaria en salud- y articular/establecer vínculos de promoción y prevención de la salud en edades más tempranas, ya con las problemáticas instaladas”, expresó
“Siempre es con mucho esfuerzo, consiguiendo donaciones, y que tenga otro movimiento distinto este lugar y no solamente pararnos desde ver la enfermedad, sino ver qué potencialidades también tiene el barrio y las personas”; concluyó.
“No solamente pararnos desde la enfermedad, sino ver qué potencialidades tiene el barrio”, explicó la psicóloga Lucía Muhape.
RESIDIR EN COMUNIDAD
El psicólogo residente Agustín Iliovich explicó a este medio sobre cómo surgió el evento solidario del viernes. “Se trató de una estrategia que venimos trabajando hace tiempo, que es justamente cómo podemos pensar la salud mental con respecto a la necesidad de la comunidad”
“La idea era autoconvocarnos en un lugar estratégico –un punto de encuentro entre barrios vecinos- y de valor para la comunidad”, agregó.
También el CISMA aloja a su primera cohorte del novel sistema de Residencia en Salud Mental Comunitaria. Es la segunda a nivel provincial, siendo la primera la del centro del barrio Toba, en Resistencia.
El profesional comentó que la residencia está enmarcada en la especialización de la Universidad Nacional del Nordeste y “es una política pública que celebramos y que nosotros elegimos”. “Se trata de recibir las necesidades de una comunidad desde una atención primaria, pero no solamente recibir sino pensar la comunidad conjuntamente”, señaló. “Es una utopía pensar que la comunidad va a llegar al dispositivo, por eso nos invita a pensar nuevos espacios, nuevas intervenciones, como la de hoy, y nuevas formas de trabajar”, finalizó.
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