Derechos Humanos

Causa Caballero II :“Si existe el infierno, eso fue la Brigada”

Aún con sus puertas vedadas a la comunidad y su interior sujeto a obras de refacción y restauración inconclusas a la fecha, la vieja casona de Marcelo T. de Alvear 32 permanece como un hito en la identidad y la memoria de la región y la sociedad. Buena cuenta de ello lo dan los debates del juicio oral de la causa Caballero II, por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, cuando el edificio era la sede de la Brigada de Investigaciones de la Policía de Chaco, el centro neurálgico del terrorismo de Estado en el NEA. 
La de ayer fue la segunda audiencia de la semana en la causa, con las declaraciones de dos sobrevivientes: María Teresa Pressa y Juan Argañaraz, ambos declarantes en procesos similares anteriores. 
Pressa fue detenida el 16 de abril de 1976, embarazada de cinco meses, con su compañero, Manuel Parodi Ocampo; en la Brigada, fueron sometidos a un verdadero calvario, juntos y por separado. Ella vivió para contarlo, a él lo fusilaron en la Masacre de Margarita Belén. El hijo de ambos presenció el testimonio de la exdetenida en la sede del Tribunal Oral Federal de Resistencia.
Argañaraz estuvo preso “siete años, siete meses, veinte días, cuatro horas y veinte minutos” según relató ante el tribunal durante su exposición, en la cual también aportó datos de interés en el proceso. 
La causa pasó a cuarto intermedio hasta el 21, después los debates continuarán el 4, 11, 12 y 18 de mayo. Para junio, se programaron audiencias el 1, 8, 9, 16 (aniversario del comienzo del presente juicio oral, en 2016 y del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955) y 30.

 

TERRORISMO DE ESTADO 
“Nadie que haya pasado por ahí no fue torturado. Las torturas no paraban. Si existe un infierno, fue la Brigada”, relató Pressa al promediar su testimonio. Cabe destacar el tono tranquilo, casi tímido, con el que la exdetenida contó los hechos aberrantes que le tocó sufrir y presenciar. Pudo identificar a Gabino Manader, Cardozo (fallecido), Meza, Marín, Silva Longhi, “era muy pegador”, a Rodríguez Valiente, al coronel Alcides Larrateguy (fallecido) y al teniente Patetta (“asiduos visitantes a la Brigada”). Recordó a “un tal Capitán Montiel, de pelo negro peinado con gomina, de traje, daba impresión de tener cierta formación, estatura mediana, siempre empezaba los interrogatorios con tono suave y los terminaba muy exaltado”. Respecto de la jerarquía de mando, precisó que “Thomas daba las órdenes, Silva Longhi también, y Manader era otro que mandaba”. 
Cuando llegó a la Brigada, la confinaron primero en la “sala negra” y luego en un calabozo en la parte superior del edificio. “En la sala negra, había mucha gente y gritos por la tortura de la sala contigua. Un señor tocaba el acordeón, le decían Marín, nos hacía bailar mientras tocaba y al que dejaba de hacerlo le pegaba”, contó. Allí, escuchó el llanto de un bebé (luego supo que se trababa del niño de Nora Valladares) y una voz, la de Manader, que decía: “Si no hablás, le vamos a dar a tu bebé”. 
En otra oportunidad, se topó con Valladares, cuando las trasladaron los calabozos de la misma Brigada: “Nora apenas podía caminar, estaba como quemada con ácido, con la cabeza muy lastimada, y no podía tragar la comida”. Por ello, en una ocasión, la testigo tuvo que masticar el mendrugo con el que los alimentaban y luego ponérselo en la boca. También, vio a Graciela de la Rosa embarazada y fue alojada en un sótano donde había de gente vendada, encimados unos sobre otros, entre quejidos y lamentaciones de dolor. “Me daba la impresión de que varios habían sido quemados”, afirmó. Ella misma sufrió quemaduras: “Me quemaron los pechos con una pava, o plancha, no sé qué fue porque estaba vendada, recuerdo que sonaba un acordeón, me levantan el camisón y me queman”.

 
PARTO Y TRASLADO 
A fines de agosto, la trasladaron al hospital ante la inminencia del parto que llevaba a cuestas. “Cuando llegué, me pidieron que me bañara antes de anteverme, porque mi olor era insoportable”. Luego de tener a su hijo, el director del hospital habló con el coronel Larrateguy y le dijo que no estaba en condiciones de regresar dado su desmejorado estado físico producto de los golpes y las condiciones infrahumanas de detención. 
El 19 de octubre, estando ya en la alcaidía, la trasladaron a Devoto. En 1978, le hacen un Consejo de Guerra, un pseudojuicio en la órbita castrense; de ahí, fue a parar a la Cárcel del Buen Pastor y en año nuevo le dieron la libertad vigilada. En ningún momento fue notificada de su situación legal. “Nunca me tomaron declaración .Me enteré de que tenía una causa en 1984, ya en democracia”. 

 

ARGAÑARAZ
De su paso por la Brigada, el testigo Argañaraz destacó la “indefensión total a manos de este grupo de torturadores”. Del grupo aludido, pudo reconocer a Manader, Rodríguez Valiente, entre otros. Patetta estuvo en la sala negra, comentó, según le contaron otros detenidos. La sala negra –antesala de la tortura– “estaba en un primer piso, al fondo del edificio. Había que subir una escalera pequeña que daba a una sala contigua y luego se llegaba a un salón más grande, donde estábamos todos, tirados, algunos con vendas en los ojos y en un estado de indefensión total, en manos de este grupo que detenían y torturaban a diario”, sostuvo.
Confirmó también la permanencia en la Brigada durante el periodo de su detención de al menos cuatro presas políticas que figuran en el requerimiento del presente juicio, entre ellas Nora Valladares y su bebé. “Todas ellas estaban muy maltratadas y abusadas, para decirlo suavemente”, manifestó.

Cooperativa La Prensa

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