Derechos Humanos

“Juicio y Castigo”, también al abuso sexual en la infancia

La psicoanalista Alice Miller señaló que el abuso sexual en la infancia (ASI) “es un delito en el cual la víctima es dañada y torturada en espacios que deberían ser de cuidado y ternura”. “Se trata de futuros adultos quebrados en su identidad, en sus proyectos de vida y que indispensablemente necesitan todos los caminos terapéuticos disponibles para sanear el trágico recuerdo que marcó sus infancias”, dijo.

“Un balazo en el aparato psíquico”, tal y como lo definen varios especialistas. Esa es parte de la historia de las sobrevivientes Rosalía Alvarado y María Belén Duet, abusadas sexualmente en su infancia por Daniel Pacce, exfuncionario y diputado nacional por el justicialismo y su esposa, Noemí Alvarado (tía por vía paterna de Rosalía) a mediados de los 80. Cuando fueron atacadas por el matrimonio Pacce, ambas mujeres eran niñas, Rosalía tenía seis años y María Belén, tres.

Durante años, tuvieron que lidiar cada una a su modo con esa encerrona macabra que implica que “quien te tiene que querer y cuidar hace todo lo contrario y te destruye” según palabras de la propia Rosalía.

Una vez adultas, lograron la confianza necesaria para superar la angustia y el manto de silencio que envuelve a este tipo de crímenes (sobre todo teniendo en cuenta la situación de poder del acusado) y quisieron denunciar lo sufrido, se toparon con un nuevo obstáculo: para la ley vigente el delito se encontraba prescripto. Por ello, tuvieron que esperar a la reforma de la ley N° 27206 que canceló la prescripción del abuso sexual en la infancia para poder presentar una denuncia formal contra sus agresores el 15 de junio de 2016. El caso es llevado por la Fiscalía N° 9, a cargo de la fiscal Daniela Meiriño, funcionaria por la cual las denunciantes se sienten escuchadas.

Sucede que se trata de una lucha que recién comienza, y en las que el paso del tiempo les juega en contra. Ahora, Rosalía y María Belén esperan la ratificación de pericias realizadas en la causa y que el matrimonio Pacce – Alvarado, sea convocado a declarar y llevado a juicio oral.  

Asimismo, ante el marco de lucha por reivindicaciones en derechos humanos y de género de los últimos años, se plantearon la importancia de visibilizar sus historias para alertar a la comunidad y convocar al repudio ante este tipo de crímenes contra la infancia, “el más impune de los delitos” según las estadísticas en la materia (ver aparte). “Es importante que la gente abra los ojos, y esté atenta. Hay que cuidar a los niños, porque están indefensos ante este tipo de peligros y es una marca que te queda para siempre”, tal y como explica Rosalía. Por su parte, María Belén señala: “Somos una sociedad de miedo en su común denominador y la Justicia tiene la obligación de revertir esa condición en la opinión general y el modo en el que lo puede hacer es generando un discurso justo sobre cualquier delito o patrón de conducta que vaya en detrimento de los derechos de las personas, en este caso, de la niñez”.

DEPREDADORES

Daniel Pacce fue funcionario durante la gobernación de Florencio Tenev y diputado nacional por el justicialismo entre 1987-1991, tuvo un paso por demás intrascendente por el Congreso de la Nación, por lo menos en lo que a labor parlamentaria se refiere.

Pacce y su esposa Noemí Alvarado (integró el Directorio del Instituto de Vivienda), tenían una vida social muy activa y era habitual que su domicilio hubiese muchos niños, hijos de amigos y allegados. Noemí atraía las niñas con la excusa de cuidarlas y atenderlas y Pacce consumaba la agresión en Su domicilio, a la vuelta de la vivienda familiar de Rosalía, por calle Cervantes: “Noemí actuaba como la tía buena y cariñosa que me llevaba a su casa para cuidarme, porque mis padres trabajaban todo el día, pero venía a buscarme para entregarme. Sabía que Pacce era un abusador de menores y ella me iba a buscar, me metía en su cama y se iba. Y él hacía lo que quería conmigo. Al rato ella venía y se acostaba con nosotros y dormían la siesta. Tengo imágenes de mi tía Noemí que me invitaba a entrar en la habitación, recuerdo nítidamente que en una oportunidad me dijo que le pregunte a mi tío “donde estaba la fantasía” (por el clásico infantil de Disney), mi tío me esperaba adentro y puso la película La historia sin fin. Al día de hoy Rosalía no soporta la visión de ninguna de esas películas.

El final de los abusos físicos a Rosalía sobrevino cuando tenía 11 años, según puede recordar. Rosalía jugaba en la casa de los Pacce y su tía le dijo que acompañara a su tío a buscar a una prima, que estaba jugando al hockey en un campito del club Hindú. “Yo no quería ir, pero ella insistió. Cuando llegamos al lugar, no había nadie, era un descampado desierto. Yo estaba muerta de miedo. Él no me decía nada, me ponía una mano en la pierna. Yo lloraba y le decía ‘llévame a mi casa, quiero ir con mi mamá’, pero él nada. Fue una sensación de tener la muerte encima, sentir que la muerte es inminente. No sé qué pasó, pero de pronto frenó y me dijo una frase que me quedó grabada para toda la vida y que sentenció mi culpa, porque eso es lo que una siente, mucha culpa, como si fuera que uno tiene la culpa de que eso le haya pasado: ‘que te hacés, si a vos te gusta’ y ahí me trajo”.

Cuando regresaron, efectivamente, su prima jugaba con sus amigas, el torneo de hockey había sido un pretexto. “Mi tía me recontra entregaba”, expresó. Luego de ese episodio se fue alejando, “ya no dejaba que me metan en el dormitorio, a la vez fui creciendo y supongo que él perdió el interés”.

En el caso de Belén, la relación con los Pacce surge de la amistad que tenían estos con sus padres. “A pesar de haber sido muy pequeña, tengo recuerdos muy nítidos de Pacce y Noemí invitándome a ingresar al dormitorio matrimonial y recuerdo estar en un colchón”. También recuerda una ocasión en la que Pacce durante una de sus visitas la sorprendió en un pasillo y la llevó al baño donde abuso de ella. Sorpresa, susto, impotencia y desesperación ante lo incomprensible de la situación para una niña ante el cuerpo enorme y desnudo de Pacce, que la subyugaba mientras le preguntaba “si lo quería tanto como él a mí”. 

Al poco tiempo, su comportamiento generó la sospecha en una maestra jardinera de que “algo no estaba bien” y la docente alertó a la familia Duet. Se realizaron varias consultas con psicólogos y un juez de familia y se resolvió que lo mejor era no hacer una denuncia “para que no me hiciera daño y que no se hablara del tema”. En aquel momento, su familia cortó todo contacto con el matrimonio Pacce Alvarado y por mucho tiempo el hecho pareció quedar sepultado. Pero la memoria es más fuerte; a los 12 años Belén vivió lo que los profesionales en la materia describen como "descubrimiento tardío o retardado”. Estaba con su hermana viendo un episodio de la serie Nueve lunas en el cual el argumento trataba sobre un caso de abuso sexual.

“Sentí una identificación muy fuerte y una angustia muy intensa, comencé a agitarme y a sudar, y le pregunté a mi hermana mayor si yo había vivido algo así, y ella me lo confirmó”, expresó.

LA IMPUNIDAD LEGALIZADA

Rosalía cargó con las marcas del abuso de modo consciente desde el principio, pero se vio imposibilitada de manifestarlo hasta hace pocos años atrás, luego del fallecimiento de su padre, justamente por temor a lo que podría haberle ocurrido dado su frágil estado de salud. Finalmente, en 2013 decide denunciar, pero no existían las herramientas legales para judicializar este tipo de situaciones. Tampoco había abogados que se animaran a denunciar. “Me decían que no había marco legal, que me podía enfrentar con una denuncia de calumnias por parte de Pacce”, explicó. 

Como María Belén fue abusada siendo muy pequeña recién “desbloqueó” el recuerdo cerca de la pubertad, en lo que se conoce como “reconocimiento tardío”. También intentó accionar judicialmente cuando fue mayor de edad, pero la falta de medios económicos sumada la posición de primacía que todavía mantenía Pacce le dificultó la cuestión. Luego, la prescripción penal vino en auxilio de la impunidad del abusador.

“A los 30 años decidí que quería hacer algo. En el momento en que recordé lo que había pasado, lo hablé. Siempre me nombré como una persona que había pasado por eso. Fue menos sintomático, pero sin embargo, ante la Justicia, mi palabra tenía menos peso”. Ante el conocimiento de que Rosalía también había pasado por un hecho similar se reforzó su deseo denunciar lo ocurrido.

“HABLAR PARA DEJAR  DE SER VÍCTIMA”

Además de interpelar a la administración de Justicia, ambas sobrevivientes se proponen llevar una palabra de aliento a las personas en una situación semejante. “Hablar es liberador porque implica salir de la figura de víctima y por primera vez tener una posición activa, ya no hay impotencia, hay potencia, es hacer visible y no volver a tener vergüenza”, explica María Belén.  

Para Rosalía, “poder contar lo ocurrido implicó terminar el abuso”. “Siempre fui positiva, pero siempre fui una persona muy angustiada, ahora me siento más alegre. Pero durante mucho tiempo no pude hacerlo, no sabía qué hacer, ni cómo reaccionar, tuve mucho miedo”, recuerda. En ese sentido, un quiebre importante en esta situación de sujeción sobrevino con el fallecimiento de su padre, el 14 de junio de 2013.

Pacce concurrió al velorio e incluso “lloró al lado del cajón”, ante la impotencia de Rosalía. “Ahí me dije a mi misma, hasta acá llegó el abuso. No abusa más de mí” y sin mayores altercados Pacce fue “invitado” a retirarse. Rosalía recuerda y cae en la cuenta de lo que implica haber pensado ese “hasta acá”, siendo una mujer adulta, casada y madre de niños. “Sentí un alivio, mezclado con angustia, porque era un momento aterrador, estaba enterrando a mi padre, pero a la vez creo que fue un punto de inflexión”.

Por eso destaca la necesidad de lograr el pronunciamiento de la Justicia para romper con el silencio impune: “Hay gente que sufre estas cosas y no tienen la contención que yo tuve. Me tocó el horror pero también me tocó la fortuna de una familia amorosa que me contuvo. Porque la parte de mi familia que me quiso bien, me quiso bien de verdad. De ahí vino la fuerza. Del amor de mi familia. Si no tenés amor para dar, no tenés nada”.

Asimismo, María Belén sostuvo: “Contamos nuestra historia para lograr una condena a los Pacce y también por una causa de derechos humanos, para que las personas sepan que cuentan con esta posibilidad. El abuso es un ejercicio de poder sobre lo oscuro, un poder que actúa sobre la base de la ignorancia de la sociedad y de la indefensión de la niñez, pero también en el silencio de una Justicia que no ampara a las víctimas, ni tampoco criminaliza esos actos”.

ASI: “EL DELITO  MÁS IMPUNE”

Tanto Rosalía como María Belén, si bien intentaron, no tuvieron posibilidad de acceder a la Justicia para hacer efectivas sus pretensiones a raíz del “cepo judicial” que implicaba la redacción del anterior código penal en lo referente al lapso temporal contemplado por la ley vigente.  El 28 de octubre del año 2015, luego de innumerables iniciativas y reclamos motorizados por varias agrupaciones de víctimas de ASI y demás organizaciones sociales, fue sancionada la Ley N º 27.206, por la cual “se suspende la prescripción mientras la víctima sea menor de edad y hasta que, habiendo cumplido la mayoría de edad, formule por sí la denuncia o ratifique la formulada por sus representantes legales durante su minoría de edad.”Varios expertos plantean que el abuso sexual infantil es una de las peores formas de maltrato y con el mayor subregistro estadístico, debido al secreto que con tanta frecuencia rodea estos casos y que impide recabar documentación fidedigna.

El ex juez del Tribunal oral federal N º 1 de la Plata Carlos Rozanski advierte que “(…) el delito de abuso sexual infantil es el más impune de la Tierra. En la Argentina se esclarecen entre el 1% y el 2% de los delitos que se denuncian, no de los que se comenten. Si se tiene en cuenta que en el caso de abuso sexual infantil sólo se denuncia menos del 10%, de cada 1000 abusos, se esclarece uno; por tanto 999 quedan impunes

La senadora Sigrid E. Kunath, autora del texto legal que se invoca, manifiesta que se trata de delitos que presentan particularidades propias por las cuales resulta necesario extender los plazos  generales de la prescripción en materia penal.

En muchos de los casos suele suceder lo que se denomina "descubrimiento tardío”  o bien lisa y llanamente un retraso en la posibilidad de expresar lo ocurrido, razón por la cual estos ilícitos raras veces son denunciados en forma inmediata. Por ello la legisladora plantea la importancia de “respetar los tiempos de la víctima hasta que esté “en condiciones de instar la persecución ante la justicia penal, habilitando así su investigación, juzgamiento y castigo.” 

 

 

 

 

 

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